Reconducir algo desconocido a algo conocido alivia, tranquiliza, satisface y también da una sensación de poder. Lo incógnito colleva además el peligro, la inquietud, la preocupación... por lo que casi siempre una explicación cualquiera es mejor que ninguna explicación. Sin embargo, a veces y sólo a veces es mejor no pedir explicaciones, ¿o no?